Ver 2011, el año de la indignación en un mapa más grande
Emmanuel distante
miércoles, 23 de noviembre de 2011
2011, el año de la indignación
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martes, 20 de julio de 2010
Estracto de Amuleto
viernes, 2 de julio de 2010
Me morí
Creo que estoy muerto, huele a sangre y veo borroso. Estoy acostado y parece ser medio día. Si de verdad estoy muerto, no me costará nada levantarme, a menos que el peso de mi alma no me lo permita. Vamos a ver…1, 2, 3. Parece que sí me morí, no me costó nada levantarme y además me estoy viendo a mí mismo con una cara que es mejor no decir.
-¿No te dije que no te metieras con esos bareteros?
-Mierda, ¿Quién eres?
-Pues tu abuela, chino huevón.
-Pero si tú estás muerta.
-Sí, y tú también.
-¿Quién me mató?
-Ese que está ahí
Mi abuela, o mejor dicho, su fantasma, señala a alguien que no puedo distinguir, está vestido como rapero, pantalones anchos y camiseta ancha, pelo completamente rapado, se encuentra de espaldas y está viendo mi cadáver mientras sostiene un revolver, me está insultando, me patea, y me está disparando de nuevo, creo que todavía no entiende que ya me morí.
-¿Sabes por qué me mató?
-Yo qué voy a saber, si ni siquiera sé por qué estoy aquí.
-¿No eres como una enviada de Dios o algo así?
-¡Enviada de Dios! ¿Para ti?, más bien enviada del diablo.
-¿Por qué dices eso?
-Porque eras una porquería, no entiendo cómo mi hija te aguantó todo este tiempo, pinche marihuanero.
Creo que esto no me va a ayudar de ninguna forma, vamos a ver quién es el que me mató, por lo que puedo ver no vino solo, está rodeado de otras personas vestidas como él que no parecen ser conocidas, lo están felicitando, uno le dice que pare ya, que hay que esconder el cadáver. Le hace caso, se agacha para cogerme de las piernas y le dice a otro que me coja desde la cabeza, sigo sin poder ver su cara. Me están llevando al baúl de un monza blanco del 92, creo conocer el carro, la persona que me mató se sube en el asiento del copiloto, los otros cuatro que lo acompañan se suben después de Él y ocupan los demás puestos, voy a subirme con ellos.
-No te vas a poder subir
-¿Por qué?
-Los fantasmas no pueden montar en carro
-¿Por qué no?
-Son las reglas
-¿Quién se inventó esas reglas?
-No lo sé, supongo que Dios, o algún ángel encargado de las reglas
Mientras estaba hablando con mi abuela, arrancó el carro, trato de correr para alcanzarlo pero es muy tarde, no puedo ver quién era el que se montó de primero. Creo que es hora de fijarme en dónde estoy, parece un barrio pobre, no me es conocido, hay mucho polvo y animales, parece sacado de una película del viejo oeste traída al siglo XXI, no recuerdo por qué vine acá.
-¿Y ahora qué hacemos?
-No sé.
-¡Abuela! ¿Cómo es posible que no sepas? En serio si alguien te mandó acá fue por algo, para guiarme en el camino al purgatorio, o a decirme que me faltó algo por hacer.
Alguien me golpea por atrás, no duele mucho pero sí lo noto bastante, no es mi abuela, ella está parada enfrente mío, me volteo, es mi hermano.
-Usted es como bruto, primero me deja morir en un accidente por manejar borracho y ahora se deja matar por esos hampones.
-Pero si ese día el que más estaba borracho era Usted.
-¿Qué importa?, ¿Quién lo manda a llevar el carro?
-Usted me dijo que lo llevara.
-Chino pendejo.
-Bueno, no hablemos de eso, más bien, ¿será que usted sí me puede decir qué tengo que hacer o qué va a pasar conmigo?
-Pues la verdad no tiene mucho que hacer. Ahorita tenemos que irnos para el infierno, pero antes me dijeron que podía vengar su muerte.
-¿Dónde queda el infierno?
-Podemos entrar por la entrada de cualquier banco, pero a usted le toca en el que abrió su cuenta de ahorros.
-Me lo imaginé. Y la abuela, ¿viene con nosotros?
-Sí, ella también tiene que ir para el infierno, vamos acá al lado que es un paradero de buses y podemos montarnos en un bus, yo sé a dónde van los que lo mataron.
-Pero tenía entendido que no podíamos montar en carro
-Sí, no podemos montar en carro particular, lo que pasa es que como parte del castigo para las ánimas en pena está que sólo pueden montar en bus o en transmilenio. ¿Por qué cree que el bus que cogía por las mañanas iba repleto y se vaciaba en el centro internacional y en la bolsa de valores? ¡Ahí es donde más bancos hay!
-No tiene mucho sentido lo que me está diciendo.
-Nada tiene sentido, no le dé muchas vueltas a la cosa. Ahí viene el bus.
Nos montamos en el bus, no hay puestos vacíos y nos tenemos que ir de pie, el bus huele horrible y anda completamente despacio, además, la falta de pavimento en la calle hace que no paremos de saltar en ningún momento, afuera veo a la gente caminar con bolsas en las manos, algunos llevan comida, otros no llevan nada, veo niños desnudos y semidesnudos jugando con barro o caminando de la mano de nadie o de sus propios hermanos, muchos lloran. No veo policías, veo muchas personas de mi edad, 20 años, que parecen ser pandilleros, aunque tal vez no todos lo son.
-¿Cómo es el infierno?
-Es una fiesta sin fin.
-¿Cómo así?, ¿no hay gente sufriendo y encadenada eternamente?
-Hay gente encadenada, pero no precisamente están sufriendo, es más, creo que nunca la habían pasado mejor.
-Estoy confundido.
-Mire, lo que pasa es que nos han vendido mal la idea, piense quiénes son los que van al infierno, la gente viciosa, lujuriosa, perezosa, y todo lo demás, el demonio es igual, quiere estar rodeado de gente como él para poder divertirse, lo que pasa es que Dios y los suyos nos quieren vender una idea de plenitud espiritual y cosas por el estilo, pero nada más imagínese estar rodeado de monjas, mojigatas y mojigatos, y uno que otro cura, que el único placer que conciben es la plenitud por estar cerca al señor, se lo juro que ahí no hacen nada.
-¿Y los que matan?
-Bueno, ¿Por qué mata la gente? Por dinero y por sexo, el dinero lo necesitan para adquirir cosas, y el sexo por el sexo. Estando allá no tienen razón para matar, e igual si la tuvieran, ¿para dónde te irías?
-¿Y dónde queda el castigo por nuestros pecados?
-Estás montado en él, además la fila para entrar es la misma fila del banco.
El bus ya no se mueve tanto, hemos llegado a la parte pavimentada del camino, mi hermano me indica que mire hacia más adelante del bus, veo estacionado en el parqueadero de un conjunto residencial el carro en el que se llevaron mi cadáver, no se ve a nadie adentro, debemos bajar, la abuela se queda en el bus porque dice que está cansada y quiere llegar rápido al infierno.
No nos queda difícil entrar al conjunto, atravesamos una reja y nos dirigimos al carro, tiene sangre en la manija del baúl, y al agacharme para meter mi cabeza puedo ver que sigo ahí. –Por aquí-me dice mi hermano, y seguimos hacia un edificio de tamaño mediano y fachada de ladrillo que en su corredor principal tiene la casa en donde está la persona que me mató. Están Él y sus amigos sentados alrededor de una mesa de plástico, la cual tiene encima una botella de aguardiente, de la cual cada uno está tomando una copa, y un revólver, con el cual hace un rato me quitaron la vida, por fin puedo ver la cara de mi asesino, no lo conozco, tampoco es el líder del grupo por lo que puedo ver, no sé si me mataron porque quisieron o porque los mandaron a hacerlo.
-Bueno, es hora de hacerlo, vengue su muerte.
-¿Cómo hago?
-No sé, asústelo, venga le enseño.
No sé cómo, pero mi hermano abre la puerta y luego de que todos pregunten quién fue el que no la cerró, pega un portazo. Todos se asustan, uno de los matones, el más pequeño, empieza a decir que es el alma del que acaban de matar, y empieza a rezarle a la virgen. Todos salen corriendo, mi asesino, que está medianamente tomado, se tropieza con una pata de la mesa y cae de frente, al caer su revólver le cae encima y se dispara.
-¿Me morí?-pregunta el hampón-
-Pues eso parece, levántate a ver qué pasa, yo hice eso ahorita.
El nuevo muerto se levanta, mira hacia abajo su cuerpo inmóvil y luego me mira completamente horrorizado, comienza a llorar y se pone de rodillas pidiéndome que lo perdone, que no lo va a volver a hacer, y que su madre va a estar muy triste.
-La mía también-le contesto con un poco de rabia-.
-Bueno, ya no se puede hacer mucho, vámonos para el infierno-dice mi hermano-.
-Pero, ¿no me van a explicar por qué me mataron?
-No se preocupe por eso, despiértese y váyase a trabajar.
Un salón comunal no es hogar
El 7 de marzo de 2009 ocurrió un deslizamiento en el barrio El Arroyo, en la comuna de Altos de Cazucá, ubicado en Soacha. Los reportes oficiales indican que 47 casas quedaron destruidas dejando sin techo a 191 personas. Sin contar las 35 que quedaron inhabitables, y las demás 140 que se encontraban en la zona de alto riesgo y debieron ser desalojadas.
El paradero de buses del barrio El Arroyo es como la plaza central de cualquier pueblo, no en el aspecto físico, si no en que todo lo que pasa se desarrolla ahí. En lugar de monumentos y arquitectura colonial, su calle despavimentada está rodeada de tiendas y cantinas, y está adornada en el centro por un gran poste de luz. Ahí fue donde Manuel Pinzón, un hombre joven de un aspecto militar de bajo rango, quien es a la vez presidente de la junta de acción comunal, se encontraba trabajando a las 10 de la mañana de ese día. Una señora que no identificaba le contó que su casa, que quedaba en la parte más baja de la loma del costado sur, estaba sonando feo, que la madera se toteaba y que había una grieta en el centro de la sala.
Al recibir esa noticia, Manuel Pinzón procedió a llamar al vicepresidente, de apellido Velosa, conocido por su gran volqueta y por su olor a sudor, para que fueran a revisar lo que la señora les había dicho. Al llegar, se encontraron con que la grieta medía aproximadamente
Apenas vieron esto entraron en pánico, salieron corriendo y empezaron a gritar que el barrio debía ser evacuado y que todos debían salir de sus casas. Se inició el perifoneo. Las 5 cornetas que cubren todo el barrio y que se escuchan en los barrios aledaños de Villa Sandra, Altos del pino, Villa mercedes, Luis Carlos Galán, el barreno y la nueva unión, empezaron a anunciar el desastre y la necesidad de evacuar. Se llamó a la defensa civil, a la policía, y a la alcaldía de Soacha para que colaboraran con la evacuación y llevaran carpas y frazadas para los afectados.
Mientras ocurría la evacuación, Gloria Inés Garzón, Viuda, madre de 5 hijos, quien trabaja haciendo aseo en casas de familia y que ese día no había ido a trabajar, se ocupaba de hacer oficio en su casa y había mandado a sus hijas Erika y Katerine, de 15 y 12 años respectivamente, para comprar lo del almuerzo. A las 12:45 llegaron corriendo, y gritándole a su mamá que se saliera, porque venía el presidente de la junta con el dueño de la casa en la que ellos vivían porque la tierra se estaba abriendo y las casas se estaban yendo en picada. Al salir, se encontró con Manuel Pinzón, quien le dijo que evacuara inmediatamente.
A la 1 de la tarde, Martha Martínez, una mujer morena, de baja estatura y contextura un poco gruesa, acababa de traer a su hijo del internado en el que estudia y estaba empezando a hacer el almuerzo. La interrumpió el perifoneo que se estaba haciendo y que decía que en la manzana 1 estaban abriéndose grietas. No tuvo miedo porque la zona afectada quedaba lejos, en la parte más baja de la loma, y su casa, quedaba en la parte más alta, al lado de la carretera, en la manzana 10. En ese momento Leidy, su hija mayor, de 16 años, acababa de llegar del colegio, sus cachetes estaban rojos por el sol y se le veía cansada. No sabía lo que estaba pasando hasta que su madre le contó.
Dejaron el almuerzo en la estufa, salieron de la casa y se acercaron a la zona de peligro. La policía acababa de llegar después de los constantes llamados por el perifoneo y vigilaba la zona advirtiendo que no se acercaran. La tierra empezó a sonar como cuando se rompe una camisa y Martha vio a lo lejos una casa en la que habitaban dos ancianos; tenía una grieta en la parte de arriba y la estaban evacuando. Habiendo sacado unas ciclas, unas cobijas y unas gallinas, y mientras la gente gritaba que sacaran a los perros que estaban amarrados en la parte de atrás, cayó la primera pared. No se podía seguir evacuando. La gente corrió lejos de la casa que se derrumbó lentamente, con los perros dentro. Era la 1 y media de la tarde.
La tierra se levantó, y Leidy y Martha corrieron hacia su casa. El sancocho del almuerzo estaba listo. A las 3, después de almorzar, Martha llamó a su esposo, Wilson Quintero, de un aspecto físico opuesto a ella y que pareciera que no se quitara la gorra ni para dormir. Había ido a trabajar a Facatativá encuadernando escrituras en la notaría primera. Al recibir la noticia del desastre, y el alivio de que todavía no fuera tan cerca de su casa, pidió permiso para irse.
Gloria Inés se encontraba en ese momento en la carretera. Las cosas que había logrado evacuar estaban en algunas casas que no corrían peligro y otras que se encontraban junto a ella. La gente llegó a avisar que su casa con piso de tabla, paredes del mismo material con recortes de cartón y de triplex, de aproximadamente
4 de la tarde. Martha Volvió a la zona del desastre a ayudar a evacuar; habían caído 5 casas y la gente seguía evacuando. El alcalde de Soacha, José Ernesto Martínez Tarquino, junto a sus 6 u 8 escoltas acababa de llegar. Las promesas empezaban a surgir. Prometió ayuda en la evacuación y empezar a tomar acciones frente a la reubicación de quienes fueran afectados.
Wilson llegó a las 5 de la tarde, defensa civil, bomberos, Cruz Roja, y policía seguían ayudando a evacuar, la gente lloraba y corría con sus pertenencias. Él, después de verificar que la zona del derrumbe estaba delimitada a unos
Mientras Wilson ayudaba, el personal de Juntos, fundación que pertenece al programa de acción social del gobierno, empezaba a censar a los damnificados y a otorgarles un código para poder recibir ayudas. Además de esto, presionaban la evacuación diciéndole a la gente con niños que si no evacuaban, informarían a Bienestar Familiar.
Por la noche, a eso de las 7, Wilson, su esposa, y Leidy fueron a la casa de Patricia, una amiga de la familia para ver cómo se encontraba porque su casa estaba cerca de la zona del derrumbe. Empiezan a sonar pitos y gritos anunciando que otro pedazo se había derrumbado y que había que evacuar la parte en la que se encontraban. Leidy empezó a llorar porque le dolía la situación de Patricia, y le dolía aún más que tuviera que dejar su casa. Esa calle, era la calle donde ella había vivido hasta hacía poco, y ahí era donde vivían la mayoría de sus amigos y conocidos.
Patricia no se quería ir, su hijo de 7 años tampoco. Martha mandó a Leidy a la casa a armar un camping para ellos, ella llevó cobijas y acomodó un lugar. La defensa civil los había obligado a evacuar y debían sacar todas sus cosas. Siendo las 8 y media fueron a la casa de Martha para alojar ase.
A diferencia de Patricia, había gente que no tenía dónde pasar la noche, entre esos Gloria Inés, fue por esto que Manuel Pinzón, junto al comandante del CAI, cabo Viáfara, decidieron ubicar a la gente en la escuela del Arroyo. Empezaron a anunciar por perifoneo que este sería el lugar donde se alojarían los damnificados.
Cuando Patricia fue a que la censaran le informaron que no se podía quedar donde su amiga, si quería recibir algún tipo de ayuda debía quedarse en el colegio esa noche.
Esa noche nadie durmió. A las 11 había gente que no había sido censada, y gente que se metía en las casas abandonadas para que los censaran y aprovechar lo que estaba sucediendo. Hubo quienes no abandonaron su casa hasta ser censados y recibir su código.
A las 11 y media Leidy llegó a su casa e intentó dormir, se despertó por los gritos de la gente y no pudo dormir por el miedo de tener que ser evacuada, lo mismo sucedió con su madre y su padre.
Gloria Inés, junto a sus 5 hijos, se ubicó en un rincón del salón de primero primaria de la escuela del Arroyo, en la que había aproximadamente 80 personas y su número era el 41. Las colchonetas reposaban sobre el piso rojo y las paredes blancas eran adornadas por los dibujos y los trabajos de los niños que estudiaban ahí. El desorden y los pies de cada quien que tocaban a los otros no permitían dormir.
El domingo a las 5 de la mañana, los que tuvieron que pasar la noche en el colegio empezaron a ser visitados por las diferentes personas que pasaban revista y anunciaban lo que iba a suceder en el día. A qué hora iba a ser el desayuno, el almuerzo, y la comida. Y a hacer revisiones médicas de quienes lo necesitaran. John Edison, el hijo menor de Gloria Inés, de 18 meses fue uno de los más afectados y se le recetaron medicamentos.
A las 11 de la mañana, Leidy, después de alistarse para llevar a su hermana menor Kelly al internado en el que estudia, visitó a Patricia quien en ese momento estaba desayunando un chocolate con pan en el salón comunal de los abuelos, sitio donde normalmente se atiende a las personas de la tercera edad, pero que en este caso estaba habilitado para dar de comer a los damnificados.
Mientras Wilson siguió ayudando a la gente que estaba afectada por el derrumbe, Martha ayudó a sus hijas a alistarse y les dio desayuno. Después de almorzar llevó a su hijo menor al colegio mientras Leidy hacía lo mismo con Kelly. Salió de su casa a las 2 de la tarde.
A esa hora, llegó de nuevo el alcalde de Soacha, acompañado esta vez por el gobernador de Cundinamarca, Pablo Ardila Sierra, y convocó una reunión multitudinaria. Dentro de esta reunión se encontraba una persona que podía pasar como un líder del barrio. Todos aplaudían lo que decía y era imponente por su gran estatura, su barriga, y su barba, era David Clavijo, en ese entonces director de construcciones de la fundación Un Techo Para Mi País Colombia.
Clavijo comentó que siendo tan amplia la cantidad de gente afectada, la fundación quería colaborar y podía aportar 300 viviendas de emergencia como varias que ya habían sido construidas en el barrio y sus aledaños, como la casa en la que habitan Martha Martínez, su esposo y sus hijos. Además, contaba con la mano de obra de voluntarios para armarlas, para lo cual sólo era necesario el pago por parte del gobierno y el aporte de una zona para construir.
La respuesta del alcalde fue negativa, puesto que consideraba que no se estaba dando una vivienda digna, pues esas casas son sólo de dos piezas y no tienen ningún tipo de instalación de servicios públicos; a lo que Clavijo contestó indignado que a pesar de ser de madera, ser de dos habitaciones, medir 3 por 6,10 metros, tener un piso por encima de la tierra, y tejas de fibrocemento que evitan que se meta la lluvia, para ellos sería entonces más digno vivir en carpas y en albergues. La respuesta del gobernador también fue negativa, puesto que consideraba que sólo las recibía si el estado no aportaba ningún costo.
Las viviendas de emergencia que podía aportar Un Techo Para Mi País Colombia, no formaban parte de su stock de casas disponibles para construir, si no que podían ser pedidas al proveedor, quien cobra 2’200,000 por casa. Estas son financiadas por la fundación por medio de donaciones que recibe de empresas como Diageo, Chevron y Clorox. Dinero con el que no se contaba en ese momento. Normalmente la persona que es beneficiaria sólo debe pagar el 10% de la casa. La asignación se hace por medio de encuestas en las zonas de intervención para determinar a las personas más necesitadas, proceso que en este caso sería obviado.
La solución de la gobernación y de la alcaldía fue la de dar un subsidio de arriendo. El de la alcaldía iba a ser por 3 meses y el de la gobernación iba a ser de un mes adicional. El alcalde propuso la posibilidad de aportar viviendas de interés social a las personas que eran propietarias. Teniendo en cuenta que es un barrio de invasión, la gente no cuenta con una verdadera propiedad sobre el lugar en el que habitan, ya que en Colombia no es suficiente con un contrato de compraventa autenticado, si no que debe contar con una escritura registrada en la oficina de instrumentos públicos.
A las 4, Martha volvió a su casa y se encontró con que la cinta que marcaba la zona que debía ser evacuada llegaba hasta su casa. Inmediatamente corrió al puesto de control de Juntos y habló con una señora Mariela, diciéndole que su casa estaba muy retirada de la zona del derrumbe pero que la habían puesto en la zona que debía ser evacuada. La respuesta que recibió fue que efectivamente que tenía que evacuar. Martha se devolvió a su casa Llorando.
Wilson, mientras tanto, formaba parte del comité de evacuación, estaba organizando ollas comunitarias y tratando de ubicar las cosas de la gente cuando a las 5 un funcionario de la CAR le informó que su casa también debía ser evacuada. Wilson asegura que su casa se encuentra fuera de la zona de peligro, pero que al ser la única casa de la manzana 10 que quedaba por fuera, había que incluirla.
Después de ir a donde la misma señora con la que había hablado su esposa, y que esta le dijera que no tenía que evacuar, fue hasta el vicepresidente de la junta de acción comunal, Velosa, quien tenía un plano del barrio y que según él indicaba, la casa de Wilson no debía ser evacuada.
Aproximadamente quince días después de lo sucedido, y con dos días de aviso, la gente fue desalojada del colegio. Gente como Gloria Inés no tuvo un lugar al cual pasarse a vivir porque los lugares que se podían arrendar estaban copados, y el hecho de tener 5 hijos implicaba problemas para quien los recibiera. Por lo cual en este momento se aloja en el salón comunal del barrio, cuya puerta no cuenta con seguro, y cuyo techo tiene goteras enormes que permiten que el piso se inunde.
La orden de evacuación para Wilson y su familia fue rectificada. No han evacuado ni piensan evacuar hasta poder conseguir un lugar en la cual reubicar la vivienda de emergencia en la que habitan. Se les fue asignado el código 369 de damnificados dentro de las 463 familias que se encuentran censadas.