viernes, 2 de julio de 2010

Me morí

Creo que estoy muerto, huele a sangre y veo borroso. Estoy acostado y parece ser medio día. Si de verdad estoy muerto, no me costará nada levantarme, a menos que el peso de mi alma no me lo permita. Vamos a ver…1, 2, 3. Parece que sí me morí, no me costó nada levantarme y además me estoy viendo a mí mismo con una cara que es mejor no decir.

-¿No te dije que no te metieras con esos bareteros?

-Mierda, ¿Quién eres?

-Pues tu abuela, chino huevón.

-Pero si tú estás muerta.

-Sí, y tú también.

-¿Quién me mató?

-Ese que está ahí

Mi abuela, o mejor dicho, su fantasma, señala a alguien que no puedo distinguir, está vestido como rapero, pantalones anchos y camiseta ancha, pelo completamente rapado, se encuentra de espaldas y está viendo mi cadáver mientras sostiene un revolver, me está insultando, me patea, y me está disparando de nuevo, creo que todavía no entiende que ya me morí.

-¿Sabes por qué me mató?

-Yo qué voy a saber, si ni siquiera sé por qué estoy aquí.

-¿No eres como una enviada de Dios o algo así?

-¡Enviada de Dios! ¿Para ti?, más bien enviada del diablo.

-¿Por qué dices eso?

-Porque eras una porquería, no entiendo cómo mi hija te aguantó todo este tiempo, pinche marihuanero.

Creo que esto no me va a ayudar de ninguna forma, vamos a ver quién es el que me mató, por lo que puedo ver no vino solo, está rodeado de otras personas vestidas como él que no parecen ser conocidas, lo están felicitando, uno le dice que pare ya, que hay que esconder el cadáver. Le hace caso, se agacha para cogerme de las piernas y le dice a otro que me coja desde la cabeza, sigo sin poder ver su cara. Me están llevando al baúl de un monza blanco del 92, creo conocer el carro, la persona que me mató se sube en el asiento del copiloto, los otros cuatro que lo acompañan se suben después de Él y ocupan los demás puestos, voy a subirme con ellos.

-No te vas a poder subir

-¿Por qué?

-Los fantasmas no pueden montar en carro

-¿Por qué no?

-Son las reglas

-¿Quién se inventó esas reglas?

-No lo sé, supongo que Dios, o algún ángel encargado de las reglas

Mientras estaba hablando con mi abuela, arrancó el carro, trato de correr para alcanzarlo pero es muy tarde, no puedo ver quién era el que se montó de primero. Creo que es hora de fijarme en dónde estoy, parece un barrio pobre, no me es conocido, hay mucho polvo y animales, parece sacado de una película del viejo oeste traída al siglo XXI, no recuerdo por qué vine acá.

-¿Y ahora qué hacemos?

-No sé.

-¡Abuela! ¿Cómo es posible que no sepas? En serio si alguien te mandó acá fue por algo, para guiarme en el camino al purgatorio, o a decirme que me faltó algo por hacer.

Alguien me golpea por atrás, no duele mucho pero sí lo noto bastante, no es mi abuela, ella está parada enfrente mío, me volteo, es mi hermano.

-Usted es como bruto, primero me deja morir en un accidente por manejar borracho y ahora se deja matar por esos hampones.

-Pero si ese día el que más estaba borracho era Usted.

-¿Qué importa?, ¿Quién lo manda a llevar el carro?

-Usted me dijo que lo llevara.

-Chino pendejo.

-Bueno, no hablemos de eso, más bien, ¿será que usted sí me puede decir qué tengo que hacer o qué va a pasar conmigo?

-Pues la verdad no tiene mucho que hacer. Ahorita tenemos que irnos para el infierno, pero antes me dijeron que podía vengar su muerte.

-¿Dónde queda el infierno?

-Podemos entrar por la entrada de cualquier banco, pero a usted le toca en el que abrió su cuenta de ahorros.

-Me lo imaginé. Y la abuela, ¿viene con nosotros?

-Sí, ella también tiene que ir para el infierno, vamos acá al lado que es un paradero de buses y podemos montarnos en un bus, yo sé a dónde van los que lo mataron.

-Pero tenía entendido que no podíamos montar en carro

-Sí, no podemos montar en carro particular, lo que pasa es que como parte del castigo para las ánimas en pena está que sólo pueden montar en bus o en transmilenio. ¿Por qué cree que el bus que cogía por las mañanas iba repleto y se vaciaba en el centro internacional y en la bolsa de valores? ¡Ahí es donde más bancos hay!

-No tiene mucho sentido lo que me está diciendo.

-Nada tiene sentido, no le dé muchas vueltas a la cosa. Ahí viene el bus.

Nos montamos en el bus, no hay puestos vacíos y nos tenemos que ir de pie, el bus huele horrible y anda completamente despacio, además, la falta de pavimento en la calle hace que no paremos de saltar en ningún momento, afuera veo a la gente caminar con bolsas en las manos, algunos llevan comida, otros no llevan nada, veo niños desnudos y semidesnudos jugando con barro o caminando de la mano de nadie o de sus propios hermanos, muchos lloran. No veo policías, veo muchas personas de mi edad, 20 años, que parecen ser pandilleros, aunque tal vez no todos lo son.

-¿Cómo es el infierno?

-Es una fiesta sin fin.

-¿Cómo así?, ¿no hay gente sufriendo y encadenada eternamente?

-Hay gente encadenada, pero no precisamente están sufriendo, es más, creo que nunca la habían pasado mejor.

-Estoy confundido.

-Mire, lo que pasa es que nos han vendido mal la idea, piense quiénes son los que van al infierno, la gente viciosa, lujuriosa, perezosa, y todo lo demás, el demonio es igual, quiere estar rodeado de gente como él para poder divertirse, lo que pasa es que Dios y los suyos nos quieren vender una idea de plenitud espiritual y cosas por el estilo, pero nada más imagínese estar rodeado de monjas, mojigatas y mojigatos, y uno que otro cura, que el único placer que conciben es la plenitud por estar cerca al señor, se lo juro que ahí no hacen nada.

-¿Y los que matan?

-Bueno, ¿Por qué mata la gente? Por dinero y por sexo, el dinero lo necesitan para adquirir cosas, y el sexo por el sexo. Estando allá no tienen razón para matar, e igual si la tuvieran, ¿para dónde te irías?

-¿Y dónde queda el castigo por nuestros pecados?

-Estás montado en él, además la fila para entrar es la misma fila del banco.

El bus ya no se mueve tanto, hemos llegado a la parte pavimentada del camino, mi hermano me indica que mire hacia más adelante del bus, veo estacionado en el parqueadero de un conjunto residencial el carro en el que se llevaron mi cadáver, no se ve a nadie adentro, debemos bajar, la abuela se queda en el bus porque dice que está cansada y quiere llegar rápido al infierno.

No nos queda difícil entrar al conjunto, atravesamos una reja y nos dirigimos al carro, tiene sangre en la manija del baúl, y al agacharme para meter mi cabeza puedo ver que sigo ahí. –Por aquí-me dice mi hermano, y seguimos hacia un edificio de tamaño mediano y fachada de ladrillo que en su corredor principal tiene la casa en donde está la persona que me mató. Están Él y sus amigos sentados alrededor de una mesa de plástico, la cual tiene encima una botella de aguardiente, de la cual cada uno está tomando una copa, y un revólver, con el cual hace un rato me quitaron la vida, por fin puedo ver la cara de mi asesino, no lo conozco, tampoco es el líder del grupo por lo que puedo ver, no sé si me mataron porque quisieron o porque los mandaron a hacerlo.

-Bueno, es hora de hacerlo, vengue su muerte.

-¿Cómo hago?

-No sé, asústelo, venga le enseño.

No sé cómo, pero mi hermano abre la puerta y luego de que todos pregunten quién fue el que no la cerró, pega un portazo. Todos se asustan, uno de los matones, el más pequeño, empieza a decir que es el alma del que acaban de matar, y empieza a rezarle a la virgen. Todos salen corriendo, mi asesino, que está medianamente tomado, se tropieza con una pata de la mesa y cae de frente, al caer su revólver le cae encima y se dispara.

-¿Me morí?-pregunta el hampón-

-Pues eso parece, levántate a ver qué pasa, yo hice eso ahorita.

El nuevo muerto se levanta, mira hacia abajo su cuerpo inmóvil y luego me mira completamente horrorizado, comienza a llorar y se pone de rodillas pidiéndome que lo perdone, que no lo va a volver a hacer, y que su madre va a estar muy triste.

-La mía también-le contesto con un poco de rabia-.

-Bueno, ya no se puede hacer mucho, vámonos para el infierno-dice mi hermano-.

-Pero, ¿no me van a explicar por qué me mataron?

-No se preocupe por eso, despiértese y váyase a trabajar.

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